Expulsados del paraíso por querer tener acceso al árbol del conocimiento, por centrarnos exclusivamente en el intelecto, la relajación va más allá del pensamiento, procura un equilibrio sostenido por la atención, considera el pensamiento como un buen sirviente pero como un mal amo.
La relajación es un vislumbre de conciencia, supone en ciertos momentos la verificación de su extraña magnitud, ejerce una cierta resistencia a la vuelta al sueño cotidiano, que se transforma bajo la luz de un posible despertar en algo terrible, porque lo perdemos todo, todo aquello que la conciencia nos ha mostrado un instante en que entrever un nivel superior ha sido posible.